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(c) Autor en Flickr: Flavio~

¿Para qué sirven los datos?

(c) Autor en Flickr: Flavio~

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“Mide todo lo que sea medible, y lo que no, hazlo medible” Galileo Galilei.

Los datos, más allá de aportarnos conocimiento (que ya es en sí mismo importante) nos permiten tomar decisiones con bases objetivas, evaluar estas decisiones y, por tanto, mejorar.

Por ejemplo: gracias a los datos sabemos que el 60% de las personas que compran entradas de los teatros y auditorios son mujeres.        Con variaciones pequeñas (de menos del 10%) en torno a esta cifra encontramos todos los análisis que nosotros hemos podido hacer en todo el estado. Y encontramos estudios parecidos en USA o UK con otros colegas con los que hemos contrastado métricas.

En los lavabos, las mujeres necesitan más espacio. Los hombres tenemos la suerte, porque en este caso es una suerte, de disponer de urinarios. Los urinarios ocupan aproximadamente 1/3 de superficie que necesitan los WC estándares.

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La mayor parte de los usuarios de los lavabos, hombres y mujeres por igual en este caso, son usuarios por necesidades de aguas menores. Partimos de una hipótesis, sólo el 25% de los usuarios de los dispensarios son de la categoría «aguas mayores». O por lo menos, ésta sería una distribución eficiente de la superficie dedicada a cada categoría en los lavabos masculinos (no disponemos de datos al respecto, y obtenerlas podría ser ciertamente incómodo…).

Con estos datos, podemos concluir que un número idéntico de mujeres y de hombres necesitarían una superficie diferente para estar igualmente cubiertos de servicio. Exactamente, los hombres tendrían suficiente con la mitad del espacio.

Si lo ponemos en cifras:

  • espacio que necesitan los hombres = 3 m2 x 0,25 + 1 m2 x 0,75 < 3m2 = espacio que necesitan el mismo número de mujeres.

Como en el teatro, de media, podemos esperar un 60% de mujeres, el espacio para las mujeres debería ser 3 veces superior.

Las mujeres también necesitan de más tiempo, su proceso de micción implica casi el doble de tiempo extra por una mayor complejidad del proceso (digámoslo así).

Por lo tanto, y concluyendo, los lavabos de mujeres deberían ocupar un espacio 6 veces mayor que los de los hombres para que las colas que se producen fueran equitativas.

Todos y todas sabemos que no es así. Históricamente, basados ​​en la intuición, los lavabos son igualitarios en lugar de equitativos. Y por decisión salomónica, disponen de los mismos m2 (cuando no necesitan los mismos m2).

Políticos, gestores culturales y arquitectos del mundo, ¡ahora ya no tenemos excusa! Los datos nos permiten acabar con las enormes colas de las espectadoras en los lavabos. Acabemos con esta discriminación por género en los teatros y equipamientos públicos. ¡Dediquemos seis veces más espacio de aseos a las mujeres que a los hombres!

El ejemplo es prosaico y se expone acompañado de buenas dosis de humor, pero no por ello deja de ser un buen ejemplo de cómo los datos han llegado para cambiarlo todo. Se deben cambiar la forma de hacer las cosas, cambiar para mejor.

Con datos, mejoramos o aprendemos.

 

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