Incluso en una oficina de concentrados gestores culturales y analistas de datos, nos ha sido difícil escapar de uno de los debates de mayor calado en estas últimas semanas… el debate sobre los diferentes modelos futbolísticos. 😉
¿Guardiola o Mourinho? ¿Fútbol de contraataque y destructor; o fútbol de toque y constructor? ¿Cuál es la mejor filosofía? ¿Qué modelo ofrece mejores resultados?
Este, de hecho, es un debate no estrictamente futbolístico. Y que, en su esencia, es universal: ¿dónde debemos poner el centro de atención? Ambos modelos funcionan. Buscan un resultado y lo han podido obtener a lo largo del tiempo.
El modelo Mourinho focaliza su atención en las estrategias, tácticas y acciones que se relacionan directamente con un resultado que debe satisfacer nuestros objetivos. Así, todo se puede resumir en no encajar goles y hacer, como mínimo, uno más que el rival.
El modelo Guardiola, en cambio, focaliza su atención en el proceso. El objetivo, el resultado ganador, será consecuencia de la excelencia en la gestión del proceso.
El primer modelo sirve como analogía en el terreno cultural del marketing transaccional. Lo que queremos es vender entradas y haremos lo que haga falta para conseguirlo. Las promociones de última hora serían los contragolpes desesperados o los conocidos «centros a la olla». La altura y capacidad de nuestra defensa fijaría el nivel de precio de nuestras propuestas.
El segundo modelo sirve como analogía del marketing relacional. Lo que nos interesa es una intensa y cada vez mejor relación con nuestra audiencia (en el fútbol con la creación, con el juego con balón). El resultado ganador será consecuencia directa y casi inevitable de esta relación bien gestionada con la posesión. Cometer errores en la programación (o en el fútbol encajar goles) forma parte del proceso de aprendizaje, ya que lo verdaderamente importante es no desatender nunca la relación con el cliente (con la pelota) y confiar en que los resultados llegarán. Las promociones de última hora no son tácticas coherentes, devalúan nuestra programación y la ponen en riesgo. Son una traición al proceso de trabajo y mejora de la relación con nuestra comunidad.
Como se dice en el fútbol, cualquier modelo es bueno si tenemos los jugadores adecuados para llevarlo a cabo. Y en cultura pasa igual: cualquier estrategia (transaccional o relacional) funcionará si tenemos el mejor contenido para poder realizarla. Pero al igual que los equipos de fútbol que hacen los fichajes para dotarse de los jugadores más adecuados para un modelo, en cultura pasa lo mismo: si queremos relacionarnos con nuestra comunidad necesitaremos generar muchos contenidos; crear extensiones de los mismos; y tener mucha capacidad para relacionarlos, para construir una historia que mantenga la relación con nuestra audiencia.
Y no nos esconderemos: nosotros somos Guardolistas, quiero decir, defensores del marketing relacional en su aplicación a la cultura. 😉