¿Por qué damos tanta relevancia a las redes sociales? ¿Cómo es posible que un fenómeno entre tecnológico y social asuma esta importancia en tan poco tiempo? ¿Cómo ha podido crear este fenómeno tantas profesiones y gurús? ¿Por qué tenemos que estar presentes? ¿Hemos de estar presentes? ¿Cómo nos afecta en la cultura? ¿Son realmente parte importante del futuro? ¿Pero nos ayudarán a vender más entradas o no? ¿Son un medio más para difundir nuestro mensaje y nos aportan algo que no teníamos y necesitamos?
Para aproximarnos a reflexiones que podrían motivar estas preguntas, comencemos por el principio…
Primero fue Internet
Internet, la democratización radical de la tecnología y las redes sociales son una auténtica revolución, como lo fue en su día, por ejemplo, la imprenta. A menudo, inmersos en el cambio social tectónico que están implicando podemos perder la perspectiva de lo que supone.
Un brillante Genís Roca (se recomienda seguirlo si aún no lo hace @genisroca) lo explica muy bien aquí:
Y desde un punto de vista más tecnológico, pero también interesante, este video explica los orígenes y la evolución que han permitido la existencia de Internet tal y como la conocemos hoy. Viéndolo pensé que costaría encontrar alguna construcción humana más coral:
Encontrará estos dos vídeos sobre la revolución digital y 13 más en este artículo en el blog de Foxize. Por cierto, Foxize es una iniciativa que justo ahora hace un año y que permite la formación de forma flexible y moderna. También muy recomendables seguir@FoxizeSchool y su fundador Fernando de la Rosa (@TITONET).
Así, Internet ha cambiado la forma en que nos comunicamos. Hace está más rápida, económica y asincrónica. La hace más fácil.
Pero no sólo eso, también la ha democratizado radicalmente. Si en un principio continente y contenido iban unidos (y hacer una web implicaba contar con un informático que programara la web); con la irrupción de plataformas de blogging y gestores de contenidos (CMS como WordPress o Joomla) se independizan continente y contenidos.
Los gestores de contenidos facilitan que cualquiera pueda crear y difundir en Internet (colgar) un contenido.
Y si todo el mundo puede poner al alcance de todos contenidos propios, el verbo “comunicar” se nos queda corto. Lo que hacemos ahora en Internet es “compartir».
Las redes son la plaza
Si lo que hacemos es compartir, Internet se convierte en un espacio de “relación». Un mundo paralelo donde se establecen nuevas relaciones a través de contenidos digitales.
Y en este mundo las redes sociales son las plazas públicas. Los espacios públicos, de conversación, de relación, de socialización, de recreo, de encuentro. El espacio donde compartimos sin miedo a que alguien a nuestro lado nos escuche.
Y como todo es público y todo se mide, las redes ayudan a hacer posible el sueño del marketing desde su nacimiento, permiten entrar en contacto directo, escuchar y saber que opinan los consumidores; permiten pues evaluar objetivamente el mercado y servir eficientemente. Si en este mundo sus clientes se relacionan y comparten contenidos, las marcas quieren escuchar lo que pasa, quieren formar parte de este mundo, integrarse en la conversación.
¿Es también interesante para el mundo de la cultura?
La cultura también necesita entrar en contacto y relacionarse con su público y su comunidad. La cultura tiene un gran poder simbólico y mucha fuerza relacional, es contenido idóneo para construir conexiones y relaciones. Pero no sólo eso, en tanto que construcción social lo que pasa en estas redes también es cultura y también debe recibir nuestra atención.
Es decir, nuestro interés desde la gestión cultural en las redes es intenso y bidireccional. No se trata simplemente de difundir nuestra programación como cartel digitales a nuevos muros, o de una moda, o de cuestionarnos si el nuevo canal nos ayuda a vender entradas o no. No tiene mucho sentido ir a la plaza y hablar sólo de nosotros. Ofrecer un contenido más interesado que interesante o que nos dedicamos a comprar la atención. Tenemos que ir a la plaza a escuchar, a proporcionar información interesante, a establecer conversación, a dinamizar la construcción de comunidad en la que nosotros seamos relevantes.
Ahora bien, aunque la analogía de la plaza nos puede ser útil y en alguna situación podemos hacer en las redes sociales lo mismo que haríamos en la plaza delante de nuestro teatro, para hacerlo bien, y sobre todo, para hacerlo cada vez mejor, necesitamos un plan. Necesitamos definir un objetivo, trazar una estrategia y mecanismos para evaluarnos.
PS. Para una visión global del rol y el efecto de las redes en nuestro entorno, muy recomendable el interesante libro del @pepetome “Conecta!” que ya comentamos en este artículo sobre bibliografía básica.