¿Por qué la cultura necesita planes específicos de ayuda por parte de las administraciones?
Seamos honestos, la respuesta no es necesariamente afirmativa ni evidente. Los gobiernos están lanzando enormes, enormes planes de ayuda, grandes como nunca antes, seguramente más grandes de lo que las prudencias austericistas del norte creen adecuado. En particular, el gobierno de España está poniendo recursos en el nivel de sus posibilidades y más allá, creo, confiando en que Europa siga siendo un proyecto común en el futuro.
Además, los está intentando destinar donde son más necesarios, con dudas, con errores (cómo no va a haberlos si no hay manual), pero, parece y espero, guiado por objetivos concretos y teniendo en cuenta la opinión de expertos (al igual que en la gestión de la pandemia, para curar la crisis económica confiar en expertos que puedan contrastar y llegar a propuestas con bases objetivas parece muy buena estrategia).
Así pues, la cultura será beneficiaria de estas ayudas, como el resto de los sectores, o incluso más, si es un sector débil y más necesitado de ayuda. Ayudando a la categoría genérica no es que no se ayude a la específica, es que ésta queda incluida en la primera.
Esta es la posición expresada por el Ministro de Cultura y Deportes en su comparecencia el pasado 7 de abril y recogida y comentada por los medios, aquí la crónica en El País de @TommKoch. El argumento es sólido, en cierta manera es un corolario del Primum vivere deinde philosophari de manual. Más aún, cuando se refiere a este momento concreto de la crisis, sus inicios, asumiendo que, en su desarrollo, la cultura puede encontrarse, entonces sí, en condiciones específicas que merezcan de esfuerzos también específicos.
La respuesta del sector cultural
La reacción del sector ha sido de una unanimidad y contundencia abrumadora. Raquel Vidales y @silviahernando la recogen en este artículo con titular que expresa claramente la decepción y su razón fundamental: “Si no nos ayuda el Ministerio de Cultura, ¿quién lo hará?”.
Vistas desde fuera, me temo, estas opiniones refuerzan la percepción de una parte de la ciudadanía que cree que el colectivo de artistas y profesionales de la cultura nunca tiene suficiente, aun estando fuertemente dopado por subvenciones. Así, esas opiniones se convierten una vez más en notas de consumo interno, que no permeabilizan a otros sectores también afectados por la crisis actual y futura, ni despiertan ningún tipo de adhesión específica desde fuera, a lo sumo algún intelectual (seguro sospechoso de complicidad).
Porque, efectivamente, otros ámbitos que necesitan de cercanía social para existir se ven afectados por el confinamiento y no son vistos como permanentemente situados en la demanda de trato específico. Está afectado el deporte, precisamente el otro ámbito de gestión del ministerio (una unión que, por otro lado, si no es por el lema de mens sana in corpore sano, no voy a decir que tiene la sinergia de la velocidad y el tocino, pero casi), o el turismo, industria capital con una aportación al PIB enorme, y que podría estar afectada incluso por más tiempo.
Vamos que, sí, creo que se puede argumentar lo argumentado, no es momento de ayudas específicas sino de centrarnos en la categoría común de la actividad económica en general.
Pero se puede contra argumentar
En primer lugar, la industria cultural, no es industria. Hay que tener esto muy claro. Sólo algunas grandes corporaciones dedicadas a la cultura se pueden considerar industria, tienen departamentos financieros, gestionan un gran número de contratos laborales, cuentas con equipos de gestión de gran capacidad. El resto, la inmensa mayoría de las organizaciones culturales, son proyectos unipersonales o casi, mucho autónomo, mucha micropyme con limitada capacidad incluso para entender las ayudas y el lenguaje que empresas de otros sectores sí entienden. Todas estas microempresas delegan estas funciones en gestoras que a duras penas entienden el modelo de negocio de sus clientes, pero les llevan las cuentas y presentan declaraciones en confianza, sino ciega, sí muy miope.
Hay por lo tanto un problema de comprensión que por sí mismo justificaría una “traducción” por decirlo de alguna manera. Así como seguro agradecería una categorización y ordenación en una ventanilla única en terreno propio, en webs de cultura.
Pero la necesidad no es de simple traducción. La actividad cultural a nivel económico está llena de especificidades, una discontinuidad extrema, unos márgenes de explotación (en general, a excepción de la cultura de masas, la que sí es industria, y que así siga por muchos años) ínfimos o negativos, que no permiten acumular musculo financiero. Y está afrontando esta realidad desde la no actividad, no desde la reducción, des de la parada más absoluta de la entrada de ingresos, de hecho, de una frenada que produce marcha atrás, pues no solo se deja de ingresar, debe devolver todo el ingreso anticipado y que financia la creación (que produce ingresos, si lo hace, cuando es una realidad).
Además, la recuperación de la cultura (en vivo) también tendrá carril propio, uno más lento. En los planes de desconfinamiento graduales parece que las actividades de ocio y culturales pueden ubicarse en los últimos plazos, tiene su lógica pues no son actividades esenciales del primum viviere mientras si requieren de proximidad social.
Vamos, que el impacto es bíblico, no queda otro adjetivo, y no me extenderé.
¿Y en qué se diferencia la cultura?
Se podrá argüir que aún no he aportado aspectos concretos y de peso que diferencien la cultura, aquí van:
La cultura no se orienta al mercado. Al menos hasta ahora no es lo que hemos decidido como sociedad. En otros lares esto no es tan así, pero en Europa, con diferencias, entendemos que la cultura no debe responder a una demanda del mercado, no toda cuando menos. Porque para muchas propuestas culturales no hay demanda, o no la hay en el grado necesario para poderla producir.
La cultura no puede hacer planes de contingencia pensando en la futura recuperación, no hay una demanda latente que se está acumulando en una pila de reserva y que explotará cuando las condiciones lo permitan, como sí tienen sectores que esperan y verán la ansiada V de recuperación. En términos de ecosistema económico, necesita respiración asistida de ordinario, sin medidas extraordinarias, con las mismas medidas que a sectores que pueden confiar en su mercado, el ecosistema puede quedar muy mermado.
«Si la cultura cuenta con el estado es porque sirve a un colectivo mayor que el de sus usuarios directos»
Porque aunque probablemente sean pocas, pensando en lecturas desde fuera, vale la pena detenernos un momento en este punto. Si la cultura necesita de la intervención del estado no es culpa de los creadores y profesionales, no es que estos sean más mediocres y menos competitivos que los profesionales de otros sectores. Éstos también reciben ayudas, aunque por otras razones y con otros objetivos, así que no me parece adecuado comparar las ayudas a la cultura con las de la industria automovilística, que seguro merece las suyas y devuelve en riqueza lo que recibe.
Si la cultura cuenta con el estado es porque sirve a un colectivo mayor que el de sus usuarios directos, sirve para dejar nota de cómo somos, pensamos, vivimos, sentimos, nos relacionamos, emocionamos, reímos. Dejamos constancia por que nos ayuda a vivir, no nos hace mejores (no es condición ni necesaria ni suficiente, no), pero forma parte de nuestra naturaleza reunirnos entorno a relatos, necesitamos esos relatos para conocernos, para aprender a convivir. Otros dejaron constancia antes, y algunos de forma tan profunda que siglos después siguen siendo espejos que reflejan verdad y emoción.
Ese testimonio nos ha conformado como cultura, como sociedad. El nuestro sumará matices a las culturas futuras y las ayudará a empatizar con nosotros (que, dicho sea de paso, hemos pasado a ser una generación especialmente protagonista, la primera que ha vivido una pandemia global de estas dimensiones), a entender lo que estamos haciendo y haremos.
«Necesitamos crítica, diferentes visiones y el componente local o esta crisis dejará el mundo occidental aún más en declive, más individualista»
Esto lo hace Hollywood y no necesitan ayudas se podría pensar. Think again. Sin menospreciar lo que emite esa gran meca de contenidos (industriales), no podemos conformarnos con una visión homogénea de la realidad. Necesitamos crítica, diferentes visiones y el componente local o esta crisis dejará el mundo occidental aún más en declive, más individualista, más encerrado, con cada familia en su casa, sin entender la sociedad como un plasma si no como un grafo que suma unidades cuando sus intereses se alinean.
No es broma. Esa sociedad es distópica, distópica de verdad. De casa al trabajo y del trabajo a casa pasando puntualmente por el centro comercial para proveernos de bienes e ideas. No es menos cierto que este juicio es subjetivo, una opinión, y su valor no es más que éste. No contamos con evidencias, aunque, sí podemos comparar diferencias de cohesión y conexión social entre países con estados y culturas aún “fuertes”, y otros con menos estado y una cultura más orientada en exclusiva al mercado.
En todo caso, y volviendo al hilo, si la cultura depende de que las administraciones inviertan en ella es porque así lo venimos decidiendo los ciudadanos desde hace mucho tiempo.
¿Qué esperar a partir de ahora?
Por eso la cultura está preparada para asumir el argumento inicial desde un ministerio de economía o de industria, pero se decepciona si lo oye desde el de cultura. Confiemos que las medidas de futuro en las que el ministro estaba pensado sean de futuros cercanos y que todo quede en un error de comunicación, comprensible dadas las circunstancias y experiencia en cultura de José Manuel Rodríguez Uribes @jmrdezuribes
Y las ayudas necesarias, sigo opinando, no son sólo económicas. Ni podrán cubrir el agujero. Así como el gobierno esperamos que sea empático con el sector, el sector debe ser empático con el conjunto de la economía y con la realidad. No será posible salvarlo todo, no todo pasa porque la administración (recordemos que en cultura de hecho la autonómica es la de mayor responsabilidad) lo haga. Habrá proyectos que no resistan, el ciclo de vida se acelera y la esperanza de vida de muchas buenas ideas será más corta. Quizás haya que priorizar, y esto siempre será injusto y estará lleno de errores (que los datos pueden minimizar). Hará falta innovación, hará falta afrontar la digitalización con más determinación, hará falta reconversión profesional en muchos casos.
No dejemos que el lamento sea la única expresión que se emita con fuerza al exterior desde la cultura porque no es, ni lo único, ni lo más importante en lo que estamos pensando. Tampoco lo que nos salvará.