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Ehud Neuhaus on Unsplash

El efecto de la crisis económica en cultura

La crisis económica causada por la pandemia será de las que hacen historia. La caída de los indicadores macroeconómicos está siendo más acentuada que la de las crisis más recientes. Y, si bien es de esperar que con la vacuna la recuperación también sea más rápida, el impacto en el incremento de las desigualdades, en la disponibilidad de recursos de las familias, en la reducción de la confianza en el futuro, será enorme y duradero. Y se trasladará al consumo cultural.

Para estimar cuantitativamente este impacto, podemos analizar los datos disponibles de la reciente crisis económica. Partiendo de las encuestas de presupuesto familiar que realiza el Instituto Nacional de Estadística en España, constatamos como el gasto en cultura y ocio (una partida amplia, que incluye compra de bienes y aparatos, gasto en actividades deportivas, turísticas, prensa… y servicios culturales[1]) es de los que más sufre en situación de crisis y, también, de los que peor se recupera.

De 2008 al peor momento de la crisis, en 2013, el presupuesto de las familias españolas se contrajo un 11 %, mientras que el específicamente dedicado a cultura lo hizo en un 27 %. En el año 2019 (dónde el presupuesto total recupera los niveles de antes de la crisis), el gasto en cultura siguió deprimido en un 20 %.


[1] Clasificación de bienes y servicios de European Classification of Individual Consumption by Purpose en las notas metodológicas de la encuesta de presupuestos familiares INE.

De ahí que, entre el año antes del diluvio, 2008, y el de la “recuperación”, 2019, la cultura perdió peso en el gasto de las familias españolas, de un 7 % a un 5 %.

Elaboración propia. Fuente: INE

Para inferir el pasado a nuestro futuro más inmediato debemos tener en cuenta algunas diferencias relevantes entre esta crisis y la de la deuda de 2008:

  • La afectación por sectores es muy diferente, mientras que algunos (tecnológicos fundamentalmente) ni notan la crisis actual, otros medirán su resistencia en porcentaje de supervivencia (la cultura es uno de ellos).
  • La reacción de las administraciones públicas va a ser diferente. La austeridad ha dejado de ser una opción. La deuda y las ayudas a la reconversión y reconstrucción económica van a ser las protagonistas, cuando menos en el corto plazo. 
  • Precisamente, partiendo de bajos niveles de gasto en cultura, su margen de ajuste en este momento es menor.
  • Una parte del gasto en cultura y ocio sí va a verse incrementada, ya lo ha hecho, el gasto en servicios de streaming. Una parte del consumo cultural ya era on line, y lo era de forma creciente (la citada encuesta de consumo cultural del INE así lo evidencia), tendencia que se ha acentuado con las restricciones de movilidad a causa de la pandemia.

Con todo, se hace difícil esperar un crecimiento del consumo cultural tradicional sólido y generalizado. Sí puede acentuarse la polarización de las audiencias. Muchos espectadores concentrados en pocas propuestas, muchas propuestas que se reparten el consumo de segmentos más comprometidos y nichos, como reacción a una mayor aversión al riesgo de quienes seleccionan con más exigencia sus intereses.

Es decir, nos enfrentamos a una recuperación lenta y gradual de la actividad acompañada del riesgo de un incremento en las desigualdades, entre proyectos culturales y en sus audiencias.

Todo un reto por delante (aquí el amigo David Márquez hace relación de los más relevantes). Tanto para las organizaciones, con una necesidad de inversión en nuevos contenidos y una gestión de públicos exigente, como para el sector, que deberá fortalecer sus lazos de solidaridad si no quiere perder relevancia; así como para las políticas, que deberán ser eficaces para la subsistencia y necesaria transformación digital del sector, con el objetivo de evitar un incremento de la desigualdad en las plateas. 

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